Cada moneda tiene dos caras, si miramos solo hacia un lado no nos enteramos de lo que hay al otro. La seguridad alimentaria y la sostenibilidad pueden parecer que no están relacionados, pero son dos caras de la misma moneda.
De manera muy sencilla la seguridad alimentaria o “food security” hace referencia a la disponibilidad suficiente y estable de alimentos, su acceso oportuno y su aprovechamiento biológico, de manera estable a través del tiempo. Hay seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos para alcanzar una vida sana y activa. La seguridad alimentaria es una parte integral del derecho a la alimentación. La seguridad alimentaria además es una parte integral de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular del Objetivo Hambre Cero. La FAO describe muy bien en este documento las 4 dimensiones principales de la seguridad alimentaria.
En ocasiones, este concepto, se confunde con la inocuidad alimentaria o “food safety”, debido a las traducciones que hacemos del inglés. En este caso es la ausencia -a niveles seguros y aceptables- de peligro en los alimentos que puedan dañar la salud de las consumidoras y los consumidores. Es decir, hablamos de protección de la #salud de las personas.
Cada día oímos más veces la palabra #sostenibilidad, tanto en el ámbito personal como en el profesional, pero realmente ¿sabemos de qué estamos hablando?
La sostenibilidad, a mi entender, es un concepto clave para los próximos años. Y digo clave y no de moda porque es un término que ha venido para quedarse. Se ha convertido en la viga maestra para la continuidad de las empresas, de las instituciones y de cualquier iniciativa social y económica que pretenda generar impacto.
La sostenibilidad es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social.
Es decir, cuando hablamos de sostenibilidad lo hacemos con un triple balance que incluye no solo el impacto medioambiental, sino el impacto social y dónde la sostenibilidad económica y los beneficios de la empresa se convierte en un medio para conseguir el fin de tener un planeta y una sociedad saludable.
Cada moneda tiene dos caras, si miramos solo hacia un lado no nos enteramos de lo que hay al otro. La seguridad alimentaria y la sostenibilidad pueden parecer que no están relacionados, pero son dos caras de la misma moneda.
¿Tenemos un problema de seguridad alimentaria?
La respuesta es ¡SÍ!
Un 13,3% de los hogares españoles experimentan #inseguridadalimentaria. Así se desprende del ‘Estudio sobre la inseguridad alimentaria en hogares españoles antes y durante la COVID-19’, impulsado por la Universitat de Barcelona y apoyado por la Fundación Daniel y Nina Carasso. El estudio muestra de forma clara que en España no se garantiza el derecho a la alimentación sana y sostenible de su ciudadanía y tampoco la posibilidad de alcanzar el Objetivo del Desarrollo Sostenible 2 (#ODS2) que persigue poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
Los agricultores sienten el impacto del aumento de los precios de los insumos, el sector ganadero se ve afectado por el aumento de los precios de las materias primas y los consumidores se enfrentan a que los alimentos se vuelvan inasequibles, y a veces no disponibles, en todo el mundo.
En marzo de este año, el Índice de Precios de los Alimentos de la FAO, el indicador de la organización internacional para el cálculo del precio de venta de los alimentos en todo el mundo, marcó un máximo histórico. Esa escalada, causada por el conflicto de Ucrania y agravada por la crisis energética, no solo ha provocado un aumento de la preocupación por la disponibilidad de alimento, sino también por la sostenibilidad de todo el sistema alimentario. Los especialistas tienen claro que cada vez es más urgente encontrar alimentos más baratos, sí, pero también menos contaminantes, un objetivo que afectará a todas las piezas de un sector que, se estima, es responsable del 30% del total de emisiones de gases de efecto invernadero
Los países desarrollados siguen teniendo suficientes alimentos para sostener a la población. No obstante, todavía hay que pensar en las familias con menos ingresos y más vulnerables, que se verán afectadas por este encarecimiento.
Para conseguir un sistema alimentario sostenible debemos fomentar un sistema en el que muchos caminos puedan encontrarse y divergir. A medida que nuestro clima cambia y la tecnología evoluciona, necesitamos más personas con habilidades científicas excepcionales y la creatividad que proviene de diversos equipos con diferentes experiencias para resolver los dilemas de nuestro tiempo.
Las reglas del juego han cambiado. Es necesario que se tomen medidas para transformar los Sistemas Alimentarios para hacerlos sostenibles, justos e inclusivos; mediante regulaciones que permitan a la población acceder a productos nutritivos, seguros, variados, a precio justo y producidos de manera responsable con el medioambiente.
Para que un #sistemaalimentario sea sostenible tiene que garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición para todas las personas en el momento presente de tal forma que no se pongan en riesgo las bases económicas, sociales y ambientales que permitan proporcionar seguridad alimentaria y nutrición a las generaciones futuras.